Tres preguntas a...

Sera Huertas

Educador ambiental desde hace más de 20 años y contador de cosas sobre la emergencia climática la mitad de ese tiempo, desde que coincidió en un baño público, en Sevilla, con Al Gore. En Twitter enreda con el nombre @reverdeconcausa.


¿Qué es lo que más le preocupa hoy?

Que se pierda la esperanza definitivamente y de manera irreversible, en nosotros mismos, en nuestra comunidad y en quienes nos gobiernan. El precipicio ecológico por el que caemos, de manera acelerada, los miles de muertos por la pandemia o los niños y niñas que duermen en las cunetas de la isla de Lesbos están agotando el crédito de la esperanza y nos lleva a un punto que me hace cuestionarnos como seres humanos.
La parte positiva es que estamos a tiempo de todo, de evitar lo peor de las crisis ecológica, sanitaria y social, pero hay mucho que hacer, mucho que cambiar y poco tiempo. Precisamente es a lo que nos dedicamos en la educación ambiental, a que la gente no pierda la esperanza y tenga las herramientas para cambiar la situación.


¿Qué se puede hacer para solucionarlo?

Me habéis pedido respuestas cortas… Ordenar ideas, prioridades y recuperar el sentido común. No es más prioritario llenar una plaza de toros que un colegio, una biblioteca o una sala de conciertos. Valientes e inteligentes en política, ya está bien de plegarse siempre a los intereses de los más poderosos, hay que poner a las personas (la vida) en el centro, y hay que pensar a medio y largo plazo contemplando la transición ecológica como una enorme oportunidad como país, como sociedad. Y sobre todo hay que hacer comunidad, de calle, de barrio, de persona a persona, hay que liderar desde la calle un cambio cultural, que nos movilice más la precaria atención primaria de salud que lo que haga Messi.



¿Qué se está haciendo bien?

Un montón de cosas. Hay gente joven, inspiradora, bien formada y con un discurso valiente y transformador, como Andreu Escrivà, Pablo Rodriguez o Irene Baños, que escriben libros y se mueven en los medios de comunicación, contribuyendo al cambio cultural que necesitamos. Una generación de jóvenes que también salen a la calle y presionan para que los gobiernos demuestren más ambición climática, y que no están dispuestas a ceder en el empeño de luchar por su futuro y nuestro presente. También tenemos un gobierno que habla en clave de transición ecológica y ODS, de manera insuficiente y no tan transversal y con la profundidad que se debería, pero es innegable que demuestran voluntad política. Y sobre todo tenemos en nuestro país a unas profesionales de la educación ambiental que son un lujo. Gente profesional, comprometida y generosa que desde equipamientos, empresas, administraciones públicas o centros educativos ofrecen nuevas formas de mirar y comprender el mundo con la finalidad de mejorar las relaciones de las personas con el entorno. Así que no lo olvidéis: «Frente a la emergencia climática, más educación ambiental.»

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