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El alcoholismo no es solo cosa de humanos

Quien más quien menos, hemos tenido una (o varias) noche loca, una (o varias) borrachera para olvidar (y tal vez olvidada) o uno (o varios) vermut que se alarga y da la hora de cenar con la mesa llena de botellas y las bolsas de patatas y las latas de berberechos vacías hace horas. ¡Ay, el alcohol y el amor-odio que le profesamos los humanos! Pero lo siento, la embriaguez no es una afición solo del Hommo sapiens.

Hay varios estudios en los que se describe la afición por las sustancias estupefacientes de varios animales: los peores son los elefantes, seguidos por los monos, los canguros y los delfines de dientes rugosos (Steno brenadensis), que les gusta colocarse con la toxina del pez globo. Viendo la lista, podríamos inferir que los animales a los que les gusta perder el control son los más inteligentes (dejando de lado el canguro… No tengo pruebas concluyentes, pero inteligente no sería la primera palabra que me vendría a la cabeza para definirlo). ¿Pero que me dirías si te dijera que los grandes campeones de levantamiento de vaso en barra fija son los alces y los ampelises, unos pájaros que viven en el norte de Europa (en la taiga) y vuelan al sur para hibernar? Lo sé, la teoría de la inteligencia cae por sí sola, ¿o quizás no? Vamos por partes.

 

LOS ALCES

Nos situamos: Suecia, en la pequeña ciudad de 14.000 habitantes de Östra Goinge. Otoño. Es la época de la cosecha tardía de manzanas, una fruta que abunda en la población y que quedan justo a la altura de los alces. Estos animales se alimentan básicamente de plantas acuáticas, pero en otoño se lanzan a las manzanas fermentadas al sol que, junto con la lenta digestión de los alces, provocan grandes borracheras debido a las grandes cantidades de alcohol que contienen.

 

Se podría pensar que es un caso aislado, un error cometido de vez en cuando… ¡Pero no! Según informan en la oficina de turismo “En esta ciudad puede pasar cualquier cosa”, y es que encontrar hordas de alces borrachos, gritando, tambaleándose o entrando y destrozando cocinas, bares, escaparates y asilos, es algo completamente normal en la época que precede al oscuro invierno. No olvidemos que estas bestias pueden llegar a pesar 800 kilos y tener una cornamenta de casi 2 metros de longitud, por lo que la agilidad no es uno de sus fuertes… ¿Te los imaginas borrachos?

 

 

 

 

LOS AMPELISES

Para hacer su viaje invernal hacia el sur de Europa, estos pájaros se juntan en grandes nubes y traviesan todo el viejo continente en busca del alimento del que ha quedado huérfano su lugar natural. Estas migraciones, que las llevan haciendo desde antes de que el hombre fuera hombre y de que Hitchcock hiciera sus Pájaros, han sido mal presagio en numerosas culturas y épocas. Así se creyó que eran los portadores de la peste, de las fiebres y de mil desgracias humanas.

Y tampoco nos tenemos que remontar tan lejos, ya que, en la Viena de 2006, se creyó que los ampelises eran los portadores a Centroeuropa de la gripe aviar. Lo sé, ¿qué tiene que ver esto con el alcoholismo animal? Paciencia, amigo lector, que la era de la información también necesita antecedentes.

Viena 2006: cientos de ampelises cayeron muertos del cielo dejando la ciudad plagada de cadáveres. “La gripe aviar”, “La muerte nos acecha”, “El fin del mundo ha llegado”, “Vendo mascarillas bien de precio”… Era lo que se oía gritar por las calles. Los científicos, más cautos a la hora de desarrollar juicios, estudiaron las aves y descubrieron que habían muerto debido a cuellos rotos y traumatismos y lesiones múltiples causadas por los choques contra cristales y paredes. También descubrieron una alta concentración de alcohol en sangre, tasas con las que no está permitido conducir y mucho menos volar.

En sus estómagos descubrieron abundantes frutas y uvas. Estos animales son generalmente insectívoros, por lo que la digestión de estas frutas es muy lenta y fermenta en el interior del cuerpo, provocando las borracheras aviares. Ay, que fallo, que desliz, que mala suerte… ¡Nada más lejos de la realidad! En las necropsias (se ve que en animales no se pueden llamar autopsias) descubrieron otra cosa interesante: los hígados de estos animales estaban claramente aumentados de tamaño y estaban llenos de grasa, algo que encontramos en personas alcohólicas. ¡Tachán!

De esto se pueden extrapolar dos conclusiones: la primera, que emborracharse es algo natural; la segunda, que el vegetarianismo puede desembocar en alcoholismo.

La conclusión de las conclusiones es que tal vez no he entendido mi propio artículo.

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